
Foto: Kirsti Abernethy
En la prehistoria de mi vida,
mucho antes de que mi padre, o mi madre,
fueran semillas en el vientre de sus antepasados,
estas praderas de Wyoming,
estas colinas,
fueron fondo de océano, refugio de peces (…).
Eros es el agua
Entre tus piernas el mar me muestra extraños arrecifes rocas erguidas corales altaneros contra mi gruta de caracolas concha nácar tu molusco de sal persigue la corriente el agua corta me inventa aletas mar de la noche con lunas sumergidas tu oleaje brusco de pulpo enardecido acelera mis branquias los latidos de esponja los caballos minúsculos flotando entre gemidos enredados en largos pistilos de medusa. Amor entre delfines dando saltos te lanzas sobre mi flanco leve te recibo sin ruido te miro entre burbujas tu risa cerco con mi boca espuma ligereza del agua oxigeno de tu vegetación de clorofila la corona de luna abre espacio al océano De océano los ojos plateados fluye larga mirada final y nos alzamos desde el cuerpo acuático somos carne otra vez una mujer y un hombre entre las rocas.
Peceras de amor
Nuestros cuerpos de peces se deslizan uno al lado del otro. Tu piel acuática nada en el sueño
junto a la mía y brillan tus escamas en la luz lunar filtrándose por las rendijas. Seres traslúcidos flotamos confinados al agua de nuestros alientos confundidos. Aletas de piernas y brazos se rozan en la madrugada en el oxígeno y el calor que sube de las blancas algas con que nos protegemos del frío. En algún momento de la corriente nos encontramos lúcidos peces se acercan a los ojos abiertos peces sinuosos reconociéndose las branquias agitadas. Muerdo el anzuelo de tu boca y poco después despierto pierdo la aleta dorsal las extremidades de sirena.